Si te preguntamos qué es la agricultura ecológica, seguro que inmediatamente responderás: “aquella en la que no se usan pesticidas”. Y desde luego esto es cierto, pero también es una respuesta bastante incompleta.
Vendría a ser más o menos como si te preguntaran en qué consiste la filosofía de vida de un hippy y contestases “llevar ropa de colores”.
Y es que la agricultura ecológica abarca muchas más cosas que el mero hecho de no emplear pesticidas.
Es una forma de entender la relación del ser humano con la tierra y los demás habitantes de este planeta. Una forma de producción agrícola que apuesta por la economía local, el medio ambiente y la sostenibilidad.
Las claves de la agricultura ecológica
Mientras las técnicas de cultivo convencionales tienen a menudo un efecto “depredador” sobre la tierra, la agricultura ecológica trata de crear un ecosistema con el entorno, reduciendo así el impacto negativo sobre el medio ambiente.
Estas son sus principales estrategias:
Cuidar la fertilidad del suelo
El suelo fértil no es un recurso ilimitado. Las capas superiores de la tierra están formadas por un manto orgánico conocido con el nombre de hummus. Este, por supuesto, no tiene nada que ver con la pasta de garbanzos y sésamo que tanto te gusta untar sobre el pan.
Bromas aparte, se trata de un mantillo vegetal, formado por restos vegetales y organismos vivos. Es fundamental para que puedan crecer las plantas y tarda en formarse más de cien años.
En la agricultura convencional, la presión a la que se somete al suelo, por la necesidad de aumentar la producción, agota y finalmente destruye el hummus.
Por ello se ve forzada a usar abonos químicos, que alteran todavía más el equilibrio natural de la tierra. Se crea así un círculo vicioso, que fomenta la erosión y la desertización.
La agricultura ecológica evita esta sobreexplotación del suelo mediante diferentes técnicas, como son:
- Respetar los ciclos naturales de las plantas. No se trata de acelerar su crecimiento de manera artificial.
- Realizar cultivos rotativos. Por ejemplo, se alternan cereales con leguminosas, ya que estas últimas regeneran los nitratos del suelo.
- Barbecho. Periódicamente se dejan campos sin cultivar para permitir que el suelo se recupere.
- Utilizar abonos naturales. Se emplea compost formado a partir de restos vegetales, excrementos de animales de la ganadería ecológica o se siembran plantas que aportan nutrientes (abonos verdes).
Todas estas medidas permiten mantener la fertilidad de la tierra y evitan que a largo plazo quede inservible para el cultivo.
Controlar las plagas de forma natural
Uno de los aspectos más conocidos de la agricultura ecológica es que no utiliza pesticidas de síntesis. Es decir, de origen químico.
Si alguna vez has tenido un pequeño huerto, habrás experimentado que esto no resulta tan sencillo. Ya sean las moscas blancas o los molestos pulgones, siempre hay alguien que pone en jaque a tus cultivos.
¿Cómo controla entonces la agricultura ecológica estas plagas? Estas son algunas de las medidas empleadas:
- Evitar los monocultivos. Las grandes plantaciones, de un solo vegetal, son especialmente vulnerables a las plagas. Por ello, se apuesta por cultivos variados de especies complementarias.
- Plantar variedades autóctonas más adaptadas al medio y a las condiciones locales.
- Mantener vegetación auxiliar (setos, flores, etc.) para atraer a los depredadores naturales de los insectos plaga y que mantengan a raya sus poblaciones.
- Usar de métodos naturales y mecánicos para eliminar los insectos dañinos (trampas, repelentes naturales, tapar el suelo, etc.).
Crear ecosistemas sostenibles
La agricultura ecológica trata de integrarse con el medio natural, conviviendo con la fauna, la flora silvestre y los cursos de agua.
También crea una relación de simbiosis con el ganado, donde los animales pastan eliminando las hierbas y se alimentan de una parte de los propios cultivos. Esto hace innecesario el uso de herbicidas químicos, que están prohibidos en la agricultura ecológica.
Por otro lado, los excrementos del ganado son utilizados como fertilizantes, lo que permite su reciclaje. Esto es una ventaja muy importante con respecto a la ganadería intensiva, donde el tratamiento de los residuos supone un gran problema.
Apostar por la economía local
La agricultura convencional favorece las grandes plantaciones y monocultivos. Estos están mayoritariamente en manos de grandes multinacionales, que muchas veces producen en lugares muy alejados del consumidor.
Esto obliga a realizar largos transportes, lo que aumenta las emisiones de CO2 y el calentamiento global.
La agricultura ecológica, por el contrario, apuesta mayoritariamente por las pequeñas explotaciones locales y una filosofía de “kilómetro cero”. Esto hace que sea más respetuosa con el medio ambiente. Así mismo, fortalece la economía local, creando puestos de trabajo de calidad en zonas rurales, impidiendo la despoblación.
No a los transgénicos
Si te preocupa el tema de los organismos manipulados genéticamente, te tranquilizará saber que su empleo está prohibido en la agricultura ecológica.
Aparte de las posibles implicaciones para la salud, los transgénicos suponen una importante amenaza para la biodiversidad. La posibilidad de patentar semillas, o incluso organismos vivos, hará que las empresas que las han desarrollado traten imponer sus productos a toda costa. Esto podría condenar a las otras semillas, no patentadas, a la desaparición.
Pero también tendría consecuencias económicas para el consumidor. Si toda la producción agrícola mundial se vuelve dependiente de un puñado de empresas privadas, esto acabará irremediablemente traduciéndose en un aumento de los precios.
Por qué son más caros los productos ecológicos
Visto todo lo anterior, seguramente entenderás por qué los productos bio son más caros que los convencionales. En primer lugar, una explotación de agricultura ecológica necesita más mano de obra, ya que muchas labores se deben hacer de manera manual (arrancar hierbas, desbrozar, etc.). Al no producirse en países pobres, los costes laborales también son mayores.
A esto hay que añadir lo que cuesta la certificación para obtener y mantener el sello de agricultura ecológica. Este viene definido por el Reglamento (CE) nº 834/2007. Los controles son exigentes y continuos, lo que supone una garantía para el consumidor, pero también un coste importante para el productor.
Pero quizás el aspecto más importante es que la agricultura convencional tiene un impacto medioambiental que no se tiene en cuenta suficientemente. Por ello, los precios que se manejan son totalmente irreales.
Los costes indirectos que se causan (contaminación, cambio climático, empobrecimiento del suelo, etc.) no se repercuten al consumidor. Por ello, tendrán que ser asumidos por toda la humanidad. En parte por nuestra generación, pero sobre todo por las futuras.
Si bien, hoy por hoy, todavía no es factible que toda la producción agraria se convierta en ecológica de la noche a la mañana, si es importante que se den pasos en la buena dirección. La agricultura ecológica debe ir sustituyendo a la convencional, que a la larga resultará inviable.
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En IBSA hace tiempo que hemos reconocido esta necesidad, por lo que ya contamos con una línea de productos ecológicos, que vamos ampliando día a día. Si no la conoces todavía, te invitamos a que visites nuestra sección de productos o preguntes por ellos en la zona bio de tu supermercado.
Apúntate al tren de la agricultura ecológica
Consumiendo productos ecológicos no sólo estarás cuidando tu salud. Estarás haciendo también una apuesta por el cuidado del medio ambiente, por la economía local y, en general, por la sostenibilidad y la biodiversidad.
De ello no sólo depende nuestra supervivencia como especie, sino también la de todo el planeta tierra en general.
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