Nuestra moderna civilización ha traído consigo un considerable número de avances. Las mejoras en la tecnología, la medicina o la agricultura nos han permitido llevar una vida mucho más cómoda. Entre otras cosas, tenemos ahora acceso a una enorme variedad y abundancia de alimentos, con los que nuestros ancestros sólo podían soñar.
Esta nueva forma de vida ha traído consigo, sin embargo, una consecuencia negativa: un enorme desperdicio de alimentos. Según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), entre un tercio y la mitad de la comida que producimos en el mundo acaba en la basura por diferentes motivos.
¿Pero cuáles son las causas de este colosal despilfarro, dónde se produce y qué puedes hacer para evitarlo?
La cadena del desperdicio de alimentos
Cuando hablamos del desperdicio de alimentos, seguro que automáticamente piensas en la comida que tiras a la basura en tu propia casa. Desde las verduras que tu hijo se ha negado a comer, pasando por la pizza que ha sobrado del fin de semana o esa lechuga que se te ha puesto “chuchurría”, porque no te acordabas de que la tenías.
Sin embargo, la cadena del despilfarro empieza mucho antes de que los alimentos lleguen a tu hogar.
Destrucción en origen
Según datos estimativos del Ministerio de Agricultura, Pesca y alimentación (MAPA), alrededor del 40% del desperdicio alimentos ya se produce en el momento de su obtención, extracción o recolección. Ocurre, principalmente, en los productos frescos como los que provienen de la agricultura y la pesca.
Excedentes y derroches en la agricultura
Contrariamente a lo que pudieras pensar, la mayor parte de las frutas y verduras que no se comercializan no es porque se encuentren en mal estado. En muchos casos, basta una pequeña mancha o un golpe apenas visible, para que los distribuidores las rechacen.
También ocurre lo mismo con toneladas de vegetales que simplemente no se ajustan a los estándares estéticos que esperan los consumidores. Así, miles y miles de kilos de tomates, zanahorias o manzanas son simplemente descartadas por no tener la forma o el tamaño perfectos. A esto se suman los excedentes de producción que se producen en épocas de buena cosecha.
Una pequeña parte de todos estos descartes se consiguen colocar, a bajo precio, con fabricantes de zumos, mermeladas y otros preparados o se derivan a la alimentación animal. Pero la inmensa mayoría simplemente se dejan en los campos como abono o acaban en plantas de compostaje.
Capturas no deseadas
En el mar la situación no es diferente. Con sistemas de pesca como el arrastre se producen un gran número de lo que se llama “capturas accidentales”. Es decir, acaban en las redes otras especies de las que se pretende o pescados de tallas inferiores a las permitidas. En la pesca de algunas especies como la gamba, estos descartes pueden llegar al 90% de lo pescado, según sostienen organizaciones como Greenpeace.
Hasta hace poco, todos estos peces y animales se devolvían al mar ya muertos o moribundos. En la actualidad, en la UE se obliga a su desembarco con el fin de aprovechar estas capturas. Aun así, una gran parte acaba en la basura debido a su escaso interés económico.
Pérdidas en la distribución
Una vez que se ha descartado ya aproximadamente el 50% del género en origen, la producción restante pasará a la cadena de distribución. En ella encontramos mercados de abasto y minoristas, así como tiendas y supermercados.
Segun datos del MAPA, aquí se producirá otro desperdicio de alimentos de alrededor de un 5%. De nuevo, estarán más afectados los productos frescos, pero también una parte de los envasados que caducan o que presentan algún desperfecto en el envase.
Por fortuna, una gran parte de estos productos se aprovechan gracias a una política de muchos supermercados de donarlos a bancos de alimentos u ONG‘s. Aun así, casi la mitad de ellos acabará en la basura.
Lo que se tira en la restauración
En la restauración, también se produce un desperdicio de alimentos de aproximadamente el 14%.
La mayoría de hoteles y restaurantes suelen ser cuidadosos para reducir el despilfarro al máximo. Esto muchas veces implica el reaprovechamiento de sobras para la elaboración de otros platos o una planificación eficiente de las compras. Para ello se sirven de grandes arcones congeladores, que solucionan en gran medida el problema de la caducidad.
No obstante, la ineficiencia en los restaurantes radica sobre todo en la cantidad de comida que se queda en los platos de los clientes. Estos, por motivos sanitarios y de higiene, no se pueden aprovechar y van directamente a la basura.
Alimentos derrochados en el hogar
Seguramente te habrás escandalizado por la cantidad de comida que se pierde en la producción y distribución de alimentos. Lamentablemente, la cosa tampoco es mucho mejor en las casas particulares. Siempre según las estadísticas del MAPA, allí el desperdicio de alimentos se eleva al 42%.
Una gran parte del total procede de lo que se nos queda en el plato y acabamos tirando. Otro buen porcentaje se lo llevan los perecederos como lácteos, huevos, frutas y verduras, carne y pescado que nos caducan. Incluso ocurre con productos envasados, porque los olvidamos durante meses en la alacena.
Muchas veces esto se debe a la improvisación, al olvido o a compras compulsivas motivadas por ofertas. Comprar barato no siempre supone un ahorro, si acabamos tirando el producto a la basura.
Qué puedes hacer para reducir el desperdicio de alimentos
Como te podrás imaginar, todo este despilfarro tiene un enorme coste económico, tanto para las empresas como para los hogares. También es una carga importante para el medio ambiente.
Gastamos agua para los cultivos, quemamos combustibles fósiles para transportar los alimentos y generamos plástico para envasarlos. Mientras en una parte del planeta pasan hambre, en el otro tiramos el 50% de los alimentos, a menudo en perfecto estado, a la basura. Esto no sólo es inmoral, sino además antiecológico y antieconómico.
Por ello, es importante que todos demos pasos para evitar este derroche de alimentos. Al contrario de lo que ocurre con otras cosas, aquí el beneficio económico no está reñido con la ecología. Si desperdicias menos comida no sólo ayudarás al planeta, sino que además ahorrarás dinero.
A veces son las pequeñas acciones, las que pueden marcar la diferencia:
- Trata de comprar a granel, llevándote sólo la cantidad justa.
- Visita cooperativas, huertas ecológicas y comercios km 0. En ese tipo de comercios prima la calidad sobre la estética.
- Planifica tus comidas y haz una lista de la compra. No compres nada que no esté en la lista.
- Comprueba que hay en tu nevera antes de planificar y aprovéchalo en tus recetas.
- Ve a comprar con el estómago lleno. Evitarás compras compulsivas motivadas por “antojos”.
- Si vas a consumir a consumirlo pronto, escoge los productos con la caducidad más corta, que a menudo tiene un descuento.
- Aunque sean más baratos, no compres envases grandes si no vas a poder comerte todo. Si lo vas a acabar tirando no es un ahorro.
- No llenes demasiado los platos, pon la cantidad justa para saciarte. Si te quedas con hambre puedes repetir.
- Guarda lo que sobra en la nevera y organiza “cenas de restos” un par de veces a la semana.
- Congela lo que no vayas a usar inmediatamente y haz una lista de lo que tienes congelado. No se te olvide que también puedes congelar cosas como condimentos, salsas, hierbas aromáticas o caldos.
- Cuando vayas al restaurante y no puedas con todo, pide que te lo pongan para llevar.
- Recuerda que la fecha preferente de consumo no es lo mismo que la caducidad. Excepto en los muy perecederos, muchos alimentos todavía se pueden consumir perfectamente después de la fecha de consumo preferente.
- Si te suele sobrar comida habitualmente, reduce las cantidades que cocinas.
- Rescata las recetas de la abuela para aprovechar el pan viejo. Desde las migas a la sopa castellana. O haz tu propio pan rallado.
- Compra productos de pesca sostenible, donde no se usan las artes de pesca que producen un alto número de descartes.
Contribuye a crear un mundo mejor
El desperdicio de alimentos es enorme en todos los eslabones desde el origen hasta tu propio hogar. Sin embargo, muchas de tus pequeñas acciones pueden tener un impacto importante sobre toda la cadena de distribución.
Como como consumidor o consumidora, tienes la facultad de “educar” a productores y distribuidores. Tus hábitos de compra y consumo serán fundamentales para ello.
Así vale la pena que hagas ese pequeño esfuerzo para evitar el desperdicio de alimentos. No sólo ahorrarás dinero, sino que también estarás haciendo una contribución importante a la sostenibilidad del planeta.