La dieta mediterránea es, sin duda alguna, la tarjeta de presentación de la gastronomía española. Admirada mundialmente por sus beneficios para la salud cardiovascular y envidiada por culturas con hábitos alimenticios menos saludables tiene, sin embargo, una dura contrincante: la dieta atlántica.
Y es que no todos los españoles comemos igual. Especialmente en el norte y noroeste de nuestra piel de toro, existen una serie de cocinas regionales con características propias, que se engloban bajo el calificativo de “dieta atlántica”.
¿Pero cuáles son las principales diferencias entre esta y la mediterránea? ¿Son igual de saludables?
La dieta mediterránea
Si nos atenemos a la fama internacional, parece claro que la dieta mediterránea partiría con algo de ventaja frente a su contrincante. Al fin y al cabo, se ha ganado el respeto de médicos y nutricionistas debido a su efecto protector para el corazón y su influencia positiva en la reducción del colesterol y la obesidad.
Pero repasemos brevemente en qué pilares se fundamenta:
- Las verduras, hortalizas y frutas frescas tienen un peso importante en el menú.
- Coprotagonistas son los cereales, especialmente el trigo. La tradicional barra de pan no falta en ninguna comida. En algunas zonas también tiene una fuerte implantación el arroz.
- Se consumen con frecuencia legumbres y frutos secos.
- Una gran parte de las proteínas provienen del pescado, el cual se come casi a diario.
- La dieta incluye también huevos y carne en cantidades moderadas (aves, cerdo, ternera o cordero).
- Los lácteos están presentes, pero no son una parte importante de la dieta.
- La grasa para cocinar por excelencia es el aceite de oliva.
- Es habitual acompañar las comidas con una copa de vino, casi siempre tinto.
Vamos ahora a pasar a analizar a la contrincante directa de la dieta mediterránea.
La dieta atlántica
Podríamos decir que la dieta atlántica es “hermana” de la mediterránea, pues está basada en un alto porcentaje en las mismas líneas maestras que esta última. No obstante, también existen algunas diferencias notables.
En primer lugar, en la dieta atlántica, el pescado (especialmente el azul) tiene un peso todavía mayor en el menú. El consumo de moluscos y de marisco también es bastante más elevado. Tengamos en cuenta que muchos de estos productos son oriundos de la zona.
Esto se refleja perfectamente en la gastronomía local. Pensemos en un pulpo a la gallega, unas fabes con almejas, un marmitako o unas sardinas asadas en el puerto de Castro Urdiales…
Pero no sólo el pescado está más presente en la dieta atlántica. También la carne, especialmente la roja. Ahí está la afamada carne de Buey, que por igual se degusta en una sidrería asturiana que en un caserío vasco.
Otra diferencia de la dieta atlántica en relación con la mediterránea, es que se toman más lácteos. En realidad, esto no debería extrañarnos en un paisaje salpicado de rebaños de vacas que pastan apaciblemente.
El mayor consumo de proteínas en la dieta atlántica va en detrimento de los cereales. Aunque siguen teniendo un peso nada despreciable en el menú, no se les concede tanta importancia como en la dieta mediterránea.
Sin embargo, cabe destacar que se apuesta más por los cereales integrales. Así, no es raro que la comida se acompañe de un buen pan integral de centeno o de variedades integrales locales como la escanda (un tipo de espelta autóctona asturiana).
También se bebe vino tinto con menor frecuencia y ganan protagonismo la sidra o los caldos blancos, como el Albariño, el Riveiro o el Txakolí.
Puntos en común
Analicemos ahora qué tiene en común la dieta atlántica con la mediterránea.
Los puntos más importantes son uso del aceite de oliva como grasa principal y el consumo frecuente de legumbres, frutas y verduras.
La presencia del pescado en el menú, por supuesto, también es otra característica común aunque, como ya hemos dicho, es más elevada en la dieta atlántica.
Sin embargo, incluso dentro de estas similitudes existen pequeños matices diferenciadores.
Debido a la mayor pluviometría de las regiones norteñas donde se sigue la dieta atlántica, son más populares las verduras de hoja verde como coles, berzas o los famosos grelos.
Incluso se cultivan vegetales que requieren grandes cantidades de agua, como por ejemplo el ruibarbo, que es prácticamente desconocido en el resto de la península.
Dieta atlántica y mediterránea: el duelo definitivo
Si miramos el perfil nutricional de ambas dietas, resulta obvio que se asemejan bastante. La atlántica es algo más alta en proteínas, debido a la mayor ingesta de carne y productos del mar. A cambio, reduce ligeramente la de cereales y sus derivados.
En este sentido, parecería que la balanza se inclina más a favor de la dieta mediterránea, pues consumir más productos animales, con grasas saturadas, generalmente implica un aumento del colesterol y del riesgo cardíaco.
Sin embargo, esto podría compensarse, en cierto modo, por la calidad de la carne que se come en el norte de España.
En estas regiones la alimentación de vacas y bueyes está basada en un gran porcentaje en pastos y forrajes. Es conocido que la carne de pasto tiene una composición más saludable de ácidos grasos y un mayor aporte de vitaminas y minerales.
Algo parecido ocurre con moluscos y mariscos. Tienden a elevar el colesterol y el ácido úrico, pero a cambio aportan una gran cantidad de minerales y antioxidantes. El más poderoso es la astaxantina, de la que ya hablamos en nuestro artículo sobre los alimentos que protegen del sol.
Por otro lado, un mayor consumo de pescado azul ayudaría a mantener un corazón y unas arterias sanas.
Existen también pequeñas diferencias en la forma de preparar los alimentos, que jugarían a favor de la dieta atlántica. El pescado a menudo se prepara a la parrilla, a la sal o en calderetas.
Sin embargo, en zonas de dominio de la dieta mediterránea son más populares el “pesacaíto frito” o los pescados rebozados.
Algo parecido ocurre con las patatas. Mientras que por ejemplo en Galicia es habitual encontrar el típico “cachelo” hervido acompañando al pulpo o al lacón, en otras regiones este tubérculo se consume principalmente en forma de patatas fritas.
¿Qué dieta sale vencedora?
¿Vistas las diferencias y similitudes, qué dieta es entonces la mejor?
Cabría decir que sería difícil atribuirle una victoria clara a ninguna de las dos, ya que cada una aventaja a la otra en algunos aspectos.
A esto se une el hecho de que, hoy en día, con la facilidad con la que se distribuyen los alimentos a lo largo y ancho de nuestra geografía y los cambios en nuestras costumbres alimenticias, casi nadie seguimos ya una dieta atlántica o mediterránea estricta.
Así que, incluso si hiciéramos un análisis poblacional, no obtendríamos resultados fiables.
Por lo tanto, la conclusión más razonable sería admitir que ambas dietas son saludables y, en conjunto, garantizan una alimentación sana y equilibrada.
Al tener cada una sus virtudes, lo ideal sería que tomemos lo mejor de ambas, combinándolas o alternándolas con frecuencia.
Al fin y al cabo, en pocos países tienen la suerte de contar con dos dietas tan saludables como atlántica y la mediterránea.
Así, seas fan de lo atlántico o lo mediterráneo puedes sacar el máximo partido de nuestra rica gastronomía y cuidarte comiendo sano y variado.